Un hombre caminaba por las calles del centro de la ciudad muy aprehensivo y nervioso. Él llevaba una maleta y miraba por todos lados, temía que alguien le estuviera siguiendo.
El hombre doblaba las esquinas, entraba en las tiendas, paraba y miraba a toda la gente alrededor. La tensión llenaba el aire; él sudaba, le faltaba oxígeno. Él trató de aflojar su corbata, pero eso también no le sirvió. La tensión y el miedo eran cada vez mayores.
Llegó a un callejón sucio donde nadie deseaba pasar. Se quedó cerca de una basurera por unos minutos, miró si nadie lo observaba y echó la maleta en la basurera. Salió del callejón apuradamente y entró en una estación de tren.
Una mujer llegó a la basurera, tomó la maleta y la abrió. Ella se quedó muy feliz al analizar el contenido y dijo:
—Eso vale mucho más que oro o cualquier otra joya.
Este cuento es parte del libro Nadie se da cuenta, pero sucede.
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